JOSÉ MIGUEL JIMÉNEZ VALLEJO
Alcalareño
desde el año 76.
Nació en el
barrio de Triana en la calle Ruiseñor a espaldas de San Jacinto, dónde se bautizó.
Sus padres, trianeros, ella de la Esperanza y él del Cachorro…
Desde niño no conoce una Semana Santa sin ver
la Estrella por el Altozano, sin ”recoger” a la Esperanza de Triana por Pastor
y Landero y acompañarla hasta que llega a la Capilla de los Marineros o una
tarde de Viernes Santo viendo el Cachorro y la O.
Se podría
decir que su pasión por el costal viene de la infancia, antiguamente no había
tantas cruces de mayo en las que empezar, por lo que para entretenerse y “matar
el gusanillo” jugaban con cajas de madera de los comercios, que transformaban
en parihuelas y a la que colocaban imágenes de “Playmobil”. (Los pasitos, desde
que se hacían, tenían los días contados, o el basurero se lo llevaba, o las
vecinas tiraban las cajas, o los propios chiquillos se lo quitaban unos a otros…)
Pero realmente su pasión por ser Costalero le vino una mañana de Viernes Santo, tenía 12 años y se
encontraba en Pages del Corro a la altura del Colegio Reina Victoria. Con sus
padres y tíos esperaba al señor de las
Tres Caídas, entre el bullicio llegó el paso y arrió frente a él, cuando de
entre los faldones de ese majestuoso barco apareció su primo, con el costal y
el cuerpo rendido ante el esfuerzo, le llamo tanto la atención que desde ese mismo
momento supo que quería ser Costalero, Costalero del Santísimo Cristo de las
Tres Caídas.
Pero su oportunidad
vino con el paso del tiempo, tenía 17 y ya estaba viviendo en Alcalá, cuando un
capataz, amigo de su padre, al ver sus ganas e inquietudes por el mundo del
costal, le dijo:
-“Miguelito,
¿Te quieres venir a la igualá que voy a hacer este sábado?”
-“Pero... ¿Dónde
es? ¿Qué paso?”
El lugar era
la Plaza de San Román, el Paso era el palio de Nuestra Señora de las Angustias
de los Gitanos y el personaje Alberto Gallardo.
Su padre le compro
el Kit de Costalero en Matahacas y se dirigió a la igualá, pero nos cuenta que
se pasaba de alto por apenas unos centímetros. Ese mismo año conoció a Gonzalo
Olivero, capataz, por aquel entonces de la Amargura de Alcalá, allí le ofreció
sitio, por lo que al año siguiente fue y entró, le igualaron en la corriente de
primera.
El segundo año en la Amargura fue fijando a
Juan Alcaide actual capataz de Jesús. Nos comenta que Juan, le enseña las
premisas más importantes para ser un buen costalero,” la humildad y el saber
enseñar y aprender tanto de los más jóvenes de la cuadrilla como de los más
veteranos, porque en este mundo, uno siempre está aprendiendo por más años que
pasen”.
De fijar
pasó a la “pata”, coincidiendo un año Juan Alcaide en una y él en otra. Perteneció
a una de las míticas cuadrillas de la Amargura, formada por personajes como “El
Chicho”, “El Papeleta”, “El Palanca”, los hermanos Espinar, “El Alcoba”, entre
otros..¡Qué “Fatiguita”! añade entre risas. Debido a este vínculo que formó en la
cuadrilla terminó en Salteras, a cambio de 5000 de las antiguas pesetas, para
sacar la Vera-Cruz, este fue su primer y único año allí.
Durante este
tiempo que estuvo sacando la Amargura, conoció a Pepe “El Macho” o “El
Pescadero”, capataz en aquel entonces de
la Oliva, palio dónde se llevó 11 años, 11 años aprendiendo y creciendo junto a
la Hermandad de la Borriquita. De allí se llevó amigos que todavía conserva, como
Antonio “El Cartero”, Armando o Juan Antonio Gil el cuál era yerno de Pedro “de
Gico” con el que hizo amistad y por la
que terminó bajo el misterio de la Lanzada con 22 o 23 años, allí en el segundo
palo de la Lanzada estuvo durante 4 años (aquello era un “miura” nos agrega
riendo)
A Pepe “El
Pescadero” le ofrecieron entonces ir al misterio de la Hermandad de las Aguas
como contraguía, junto al alcalareño Curro Calderón que era segundo del que fuese
capataz del Stmo. Xto. de las Aguas, Salvador Perales. Era el Año 89 cuando
salió bajo el misterio, aquel año la Hermandad de las Aguas salió de la Iglesia
de los Terceros ya que la Capilla del Rosario de Dos de Mayo estaba en obras.
Por ciertos motivos ese fue su único año allí hasta que volviera al año 2000
que ya había dejado de salir bajo la Señora de la Oliva de Alcalá. Continuó
entonces hasta 2004 en las Aguas con Gonzalo Carrión ya al mando.
Durante este
transcurso conoció al alcalareño Miguel Ángel Pascual, con el que iba a
ensayar, en aquella época Pascual iba de contraguía en la Hermandad del Perdón
por lo que también sacó la Hermandad del barrio de la Paz los años 2001 y 2002.
Pasaba el
tiempo, fue haciéndose como costalero, aprendiendo, e intentando, durante unos
10 años consecutivos entrar en la cuadrilla del Santísimo Cristo de las Tres Caídas.
Fue en el
año 2004, hubo un hueco en la cuadrilla y el capataz, Ceballos, la ocupó con Miguel, cumpliendo el sueño que
arrastraba desde niño. Desde entonces
saca como costalero solo el Santísimo Cristo de las Tres Caídas y estará allí,
como él dice, hasta que le echen o el cuerpo diga basta.
Le
preguntamos si le queda algún sueño por cumplir, y nos comenta, que aunque es
un camino difícil y duro, y pretende ser protector, desearía poder compartir
algún día trabajadera con su hijo antes de retirarse. También nos añade que le
gustaría volver a sacar la Virgen de la Oliva de Alcalá, cuadrilla que
destaca en el transcurso de sus años y de
la que se llevó muchos buenos recuerdos. Nos recalca, que lo más importante de
una cuadrilla es el compañerismo y la humildad, el saber escuchar y aprender,
debajo del paso no se distingue de edad ni clase social.
También
piensa que en este mundo la afición suele ir por delante de la devoción (no se
entendería los casos en los que el costalero ni siquiera sabe la Imagen que porta).
Y en el tema de los cambios, defiende las cosas bien hechas y en su momento,
comprendiendo siempre la personalidad de cada hermandad.
Para
finalizar queremos recordar la desaparecida Cruz de Mayo del barrio de la
Nocla, la que Miguel creó para muchos niños que hoy ya soy jóvenes cofrades y
costaleros de Alcalá. Salía de la cochera de su propia casa, allí se les daba
todo lo necesario (costales, fajas, camisetas..) y les enseñaba a cómo hacerse
la ropa, enfajarse, etc. Los ensayos se
hacían por las calles de la urbanización y al término, el propio Miguel y gente
del barrio que colaboraba, ofrecían bocadillos y refrescos a los chiquillos. El
día de la salida las calles se engalanaban para el acto, y una banda llegaba
para acompañar al paso, los niños se divertían y aprendían uno de los oficios
más bonito que una persona pueda tener, ser Costalero.
Miguel, para
despedirse le gustaría dedicar unas líneas de agradecimiento a su
mujer e hijo,
por soportar y apoyar las tantas noches de ensayo, igualá y reuniones que
requiere pertenecer a este mundo, nosotros por nuestra parte le agradecemos a
nuestro amigo y costalero su gentileza y todo el tiempo llevado en la
entrevista, lo podréis encontrar siempre que quieran en su Kiosko, frente al
Instituto Monroy.
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