domingo, 13 de octubre de 2013

ENTREVISTA A...

JOSÉ MIGUEL JIMÉNEZ VALLEJO




Alcalareño desde el año 76.

Nació en el barrio de Triana en la calle Ruiseñor a espaldas de San Jacinto, dónde se bautizó. 
Sus padres, trianeros, ella de la Esperanza y él del Cachorro…

Desde niño no conoce una Semana Santa sin ver la Estrella por el Altozano, sin ”recoger” a la Esperanza de Triana por Pastor y Landero y acompañarla hasta que llega a la Capilla de los Marineros o una tarde de Viernes Santo viendo el Cachorro y la O.  

Se podría decir que su pasión por el costal viene de la infancia, antiguamente no había tantas cruces de mayo en las que empezar, por lo que para entretenerse y “matar el gusanillo” jugaban con cajas de madera de los comercios, que transformaban en parihuelas y a la que colocaban imágenes de “Playmobil”. (Los pasitos, desde que se hacían, tenían los días contados, o el basurero se lo llevaba, o las vecinas tiraban las cajas, o los propios chiquillos se lo quitaban unos a otros…) Pero realmente su pasión por ser Costalero le vino  una mañana de Viernes Santo, tenía 12 años y se encontraba en Pages del Corro a la altura del Colegio Reina Victoria. Con sus padres y tíos esperaba al señor de las Tres Caídas, entre el bullicio llegó el paso y arrió frente a él, cuando de entre los faldones de ese majestuoso barco apareció su primo, con el costal y el cuerpo rendido ante el esfuerzo, le llamo tanto la atención que desde ese mismo momento supo que quería ser Costalero, Costalero del Santísimo Cristo de las Tres Caídas.



Pero su oportunidad vino con el paso del tiempo, tenía 17 y ya estaba viviendo en Alcalá, cuando un capataz, amigo de su padre, al ver sus ganas e inquietudes por el mundo del costal, le dijo:  
-“Miguelito, ¿Te quieres venir a la igualá que voy a hacer este sábado?”
-“Pero... ¿Dónde es? ¿Qué paso?”
El lugar era la Plaza de San Román, el Paso era el palio de Nuestra Señora de las Angustias de los Gitanos y el personaje Alberto Gallardo.

Su padre le compro el Kit de Costalero en Matahacas y se dirigió a la igualá, pero nos cuenta que se pasaba de alto por apenas unos centímetros. Ese mismo año conoció a Gonzalo Olivero, capataz, por aquel entonces de la Amargura de Alcalá, allí le ofreció sitio, por lo que al año siguiente fue y entró, le igualaron en la corriente de primera.
 El segundo año en la Amargura fue fijando a Juan Alcaide actual capataz de Jesús. Nos comenta que Juan, le enseña las premisas más importantes para ser un buen costalero,” la humildad y el saber enseñar y aprender tanto de los más jóvenes de la cuadrilla como de los más veteranos, porque en este mundo, uno siempre está aprendiendo por más años que pasen”.
De fijar pasó a la “pata”, coincidiendo un año Juan Alcaide en una y él en otra. Perteneció a una de las míticas cuadrillas de la Amargura, formada por personajes como “El Chicho”, “El Papeleta”, “El Palanca”, los hermanos Espinar, “El Alcoba”, entre otros..¡Qué “Fatiguita”! añade entre risas.  Debido a este vínculo que formó en la cuadrilla terminó en Salteras, a cambio de 5000 de las antiguas pesetas, para sacar la Vera-Cruz, este fue su primer y único año allí.



Durante este tiempo que estuvo sacando la Amargura, conoció a Pepe “El Macho” o “El Pescadero”, capataz  en aquel entonces de la Oliva, palio dónde se llevó 11 años, 11 años aprendiendo y creciendo junto a la Hermandad de la Borriquita. De allí se llevó amigos que todavía conserva, como Antonio “El Cartero”, Armando o Juan Antonio Gil el cuál era yerno de Pedro “de Gico” con el que hizo amistad  y por la que terminó bajo el misterio de la Lanzada con 22 o 23 años, allí en el segundo palo de la Lanzada estuvo durante 4 años (aquello era un “miura” nos agrega riendo)

A Pepe “El Pescadero” le ofrecieron entonces ir al misterio de la Hermandad de las Aguas como contraguía, junto al alcalareño Curro Calderón que era segundo del que fuese capataz del Stmo. Xto. de las Aguas, Salvador Perales. Era el Año 89 cuando salió bajo el misterio, aquel año la Hermandad de las Aguas salió de la Iglesia de los Terceros ya que la Capilla del Rosario de Dos de Mayo estaba en obras. Por ciertos motivos ese fue su único año allí hasta que volviera al año 2000 que ya había dejado de salir bajo la Señora de la Oliva de Alcalá. Continuó entonces hasta 2004 en las Aguas con Gonzalo Carrión ya al mando.

Durante este transcurso conoció al alcalareño Miguel Ángel Pascual, con el que iba a ensayar, en aquella época Pascual iba de contraguía en la Hermandad del Perdón por lo que también sacó la Hermandad del barrio de la Paz los años 2001 y 2002.



Pasaba el tiempo, fue haciéndose como costalero, aprendiendo, e intentando, durante unos 10 años consecutivos entrar en la cuadrilla del Santísimo Cristo de las Tres Caídas.
Fue en el año 2004, hubo un hueco en la cuadrilla y el capataz, Ceballos,  la ocupó con Miguel, cumpliendo el sueño que arrastraba desde niño.  Desde entonces saca como costalero solo el Santísimo Cristo de las Tres Caídas y estará allí, como él dice, hasta que le echen o el cuerpo diga basta.




Le preguntamos si le queda algún sueño por cumplir, y nos comenta, que aunque es un camino difícil y duro, y pretende ser protector, desearía poder compartir algún día trabajadera con su hijo antes de retirarse. También nos añade que le gustaría volver a sacar la Virgen de la Oliva de Alcalá, cuadrilla que destaca  en el transcurso de sus años y de la que se llevó muchos buenos recuerdos. Nos recalca, que lo más importante de una cuadrilla es el compañerismo y la humildad, el saber escuchar y aprender, debajo del paso no se distingue de edad ni clase social.


También piensa que en este mundo la afición suele ir por delante de la devoción (no se entendería los casos en los que el costalero ni siquiera sabe la Imagen que porta). Y en el tema de los cambios, defiende las cosas bien hechas y en su momento, comprendiendo siempre la personalidad de cada hermandad.


Para finalizar queremos recordar la desaparecida Cruz de Mayo del barrio de la Nocla, la que Miguel creó para muchos niños que hoy ya soy jóvenes cofrades y costaleros de Alcalá. Salía de la cochera de su propia casa, allí se les daba todo lo necesario (costales, fajas, camisetas..) y les enseñaba a cómo hacerse la ropa, enfajarse, etc.  Los ensayos se hacían por las calles de la urbanización y al término, el propio Miguel y gente del barrio que colaboraba, ofrecían bocadillos y refrescos a los chiquillos. El día de la salida las calles se engalanaban para el acto, y una banda llegaba para acompañar al paso, los niños se divertían y aprendían uno de los oficios más bonito que una persona pueda tener, ser Costalero.




Miguel, para despedirse le gustaría dedicar unas líneas de agradecimiento a su
 mujer e hijo, por soportar y apoyar las tantas noches de ensayo, igualá y reuniones que requiere pertenecer a este mundo, nosotros por nuestra parte le agradecemos a nuestro amigo y costalero su gentileza y todo el tiempo llevado en la entrevista, lo podréis encontrar siempre que quieran en su Kiosko, frente al Instituto Monroy.


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